sábado, 4 de septiembre de 2010

Chile Luis Sepulveda



Los méritos literarios de Isabel Allende están fuera de cualquier discusión, pero es necesario hacer algunas consideraciones respecto del premio nacional de literatura. En todos los países en los que se da este tipo de premios se supone que se trata de un reconocimiento a toda una vida dedicada a la escritura, en ningún caso se asimila el posible éxito de ventas de una escritora o escritor al potencial general de las exportaciones, sean estas de cobre o de papas fritas, porque esto es confundir el culo con las témporas. Tampoco se suele hacer del premio la polémica del año, pero en Chile, como el presente es -terremoto incluido- bastante sucio, se remplaza entonces con la actualidad burda y banal que llena las televisiones y casi todos los espacios permitidos.

De cara al mundo hay que tapar un hecho, ocultarlo, negar su existencia, porque los 32 mapuche que sostienen una prolongada huelga de hambre, con más que evidente peligro de sus vidas, es algo que ensucia la actualidad protagonizada por una especie de debate intelectual burdo y banal. Para la mayoría de los chilenos, sean estos escritores, escritoras, o gente dedicada al deporte de la chilenidad, los mapuche no existen, y si por casualidad se acepta que están ahí desde antes de la llegada de los europeos, es para considerarlos, o bien molestos en tanto no asumen su rol de decoración “ étnica”, o gente del campo cuyo único futuro es proporcionar mano de obra barata. Mapuchitas para el servicio doméstico, aunque las peruanas son más baratas, o mapuchitos para servir de “hombrecitos” que saben de jardinería, gasfitería, capan gatos y entienden de yerbas silvestres.

Durante doscientos años se ha ocultado, ignorado, negado, un hecho que forma parte de nuestra historia más sucia, y ese hecho es el expolio, el robo, la usurpación de la tierras pertenecientes a ese gran conglomerado humano llamado pueblo mapuche.

Desde la declaración de una independencia dudosa y amañada por los primeros hijos y nietos de encomenderos -¿se puede celebrar esto?- hasta la recuperación de una democracia diseñada por el corset de la dictadura de Pinochet, los reclamos a toda luz justos de los mapuche han sido ignorados o relegados al carpetón de los problemas que se solucionan con el tiempo, es decir hasta cuando desaparezcan como pueblo, como nación, como etnia, como parte del todo cultural americano.

Incluso durante los mil días del gobierno de Allende apenas se rasguñó el problema aplicando los beneficios de una reforma agraria que ignoró el sentir cultural de los mapuche, que omitió su especial relación con la tierra, con el habitat imprescindible para la Gente de la Tierra.

A veces siento asco cuando, luego de unas rondas de pisco sour, rubiecitas y rubiecitos de todas las edades y pelajes sociales, manifiestan su orgullo de llevar algunas gotas de sangre mapuche en las venas. Entonces, “ hay que llevar a este escritor, oye”, me invitan a su parcela o fundo en la región de la Araucanía, para que vea a los mapuche y esas cosas tan lindas que hacen en los telares. Si hay suerte -agregan- es posible que haya alguno tocando la trutruca.

Una huelga de hambre sostenida por más de una semana ocasiona alteraciones peligrosas en el organismo. Resulta evidente que una huelga de hambre mantenida por más de un mes lesiona de manera irrecuperable. Las alteraciones de ritmo cardíaco, de presión, aceleran la cercanía de la muerte, pero de la muerte de unos mapuche, de unos hombres y mujeres sobrevivientes de la Pacificación de la Araucanía –son muy porfiados estos mapuche -agregan- que se niegan a aceptar pasivos el final de su vida como pueblo despojado de una tierra sin la cual no saben, no pueden ni quieren vivir.

En el desierto de Atacama hay 33 mineros atrapados bajo una montaña. Son hombres valerosos que no deberían estar bajo toneladas de rocas si la empresa minera hubiera cumplido con las normas internacionales de seguridad laboral, que estarían con sus familias si en Chile la exigencia de cumplir con las normas no fuera considerada un atentado a la libertad de mercado. Esos mineros y la posibilidad legal -porque las leyes las hacen los patrones para beneficio de ellos mismos- de que la empresa no les pague los días que llevan sepultados, los días que permanecerán sepultados hasta que los rescaten, es parte del presente sucio de Chile, un presente inalterable desde el día en que la dictadura entregó al país a los caprichos del mercado, de ese mercado generador de fortunas dudosas como la del actual presidente. Y ese presente también ha sido ocultado, negado, o ignorado por todos los que han gobernado para mayor poder y gloria del mercado.

Da asco la epidemia de patrioterío burdo y banal que ha generado la tragedia minera. Da asco ver a sujetos como Leonardo Farkas, ese millonario de bronceado eterno made in Miami, de ricitos y porvenir político al estilo de Berlusconi o Piñera, regalando cinco millones de pesos a cada familia de los mineros atrapados, “ sin intenciones políticas”, evidentemente. Cuando esos mineros sean rescatados -y deben ser rescatados cueste lo que cueste- , si a alguno de ellos se le ocurre insistir en un compromiso estatal que vele por la seguridad del trabajo, ¿le aplicarán la legislación anti terrorista?

Los mineros de Atacama, tal como el premio nacional de literatura, son parte de esa actualidad que tapa, oculta, niega, el presente más sucio, y ese es el largo presente de los mapuche.

Treinta y dos hombres del sur están en peligro de muerte porque piden la libertad de los prisioneros políticos de una democracia vigilada por los intereses de mercado. Piden el beneficio legal consagrado en un Estado de Derecho, piden que se les deje de aplicar la odiosa legislación anti terrorista que elimina la presunción de inocencia, y permite acusaciones de testigos encapuchados, juicios a puerta cerrada, tinieblas pseudo legales que los condenan a una toma de posturas radicales –y eso es lo que busca el Estado chileno- que justifique el exterminio, la “solución final” del problema mapuche.

En Chile, ese extraño país con vista al mar y atendido por su dueño, la actualidad inventada se come al presente cargado de suciedad e ignominia. Ahora, la actualidad serán los fastos del bicentenario, se babeará chilenidad en las fondas, hasta la mierda olerá a patriotismo, el bárbaro lema nacional “por la razón o la fuerza” será el himno aglutinador de millones de analfabetos sociales, y el en sur, en el profundo sur, los mapuche, la Gente de la Tierra, continuará su justa lucha negada, ignorada, oculta, reprimida, falseada por los paladines de la chilenidad que, según ellos, “llevan con orgullo gotas de sangre mapuche en las venas“.

Esos 32 mapuche que se juegan la vida en cárceles del sur, son la gente a la que cantó Ercilla cuando escribió sobre la tierra austral:
“la gente que la habita es tan altiva / tan soberbia, gallarda y belicosa / que no ha sido por rey jamás vencida / ni a extranjero dominio sometida”.

Luis Sepúlveda, Gijón, 3 de septiembre de 2010


Ni Olvido ni Perdón

El anuncio de un probable indulto a criminales directamente involucrados en violaciones de los Derechos Humanos, a crímenes de lesa humanidad, a crímenes de Estado, ha sacado a Chile del letargo informativo internacional y una vez más la conciencia crítica del mundo observa con estupor lo que ocurre en el país austral.

Uso la palabra estupor porque es la más liviana para explicar lo que suscita una extraña democracia regida por una constitución hecha y legada por una dictadura, cuyo único recuerdo posible es el asco y el deseo de que nunca más se imponga una satrapía semejante.

Y más estupor aún causa que sea la iglesia católica la que se inmiscuya en materias que son única y exclusivamente patrocinio de la sociedad civil, con consejos impregnados del característico lenguaje sibilino de la iglesia católica.

No soporto a los curas hablando de sexo porque voluntariamente y siguiendo un pseudo mandato divino que los remonta al medioevo, han renunciado voluntariamente a la sexualidad, con las consecuencias gravísimas de los miles de casos de pedofilia que han asqueado a la sociedad, o con las declaraciones inaceptables como la del obispo de Tenerife, Bernardo Álvares, el que aseguró que “hay niños de provocan y desean el abuso”, o con la ejemplar conducta del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Macel, que no sólo abusó sexualmente de casi un centenar de seminaristas, sino que además tenía una mexicanísima “casa chica”, con una supuesta esposa, hijos e hijas, de las que también abusaba sexualmente.

Tampoco soporto a los curas hablando del aborto, porque la iglesia como institución medieval que es, basa su discurso en la degradación de la mujer y propone que toda la existencia de la mujer no merece más que dos menciones: la virginidad y la maternidad.

Y al hablar de Derechos Humanos, si bien es cierto que en Chile un sector de la iglesia se puso al lado de las víctimas de la dictadura, también lo es que otro sector, el de los Hasbún, por ejemplo, no sólo aplaudían y justificaban los crímenes atroces de la dictadura sino que la alentaban espiritualmente a ir más lejos, a la aniquilación de los que sufrían, al exterminio de los que defendían un sueño democrático.

Un país dotado de normalidad institucional no precisa del indulto, esa curiosa potestad de reyezuelos, sino de normas fijas que aseguren el imperio de la justicia. Y mucho menos necesita que la iglesia se arrogue una especie de supremacía moral por encima de la voluntad ciudadana.

En Chile costó mucho, demasiado, que la justicia asumiera su responsabilidad, juzgara y condenara a los responsables de los crímenes más atroces y perversos de nuestra historia como país. Fue largo y difícil, y la sociedad tragó sapos, como por ejemplo, que la mayoría de los asesinos condenados esté en cárceles de lujo y que todavía conserven sus rangos y salarios como miembros de las fuerzas armadas. La extraña transición chilena, fundada sobre un pacto con la dictadura que debería avergonzar a todos y todas lo que lo firmaron, a espaldas de la mayoría, nos sumió en la cultura de la aceptación del mal menor, intentó despojarnos de la autoestima ciudadana, nos propuso y propone que nos conformemos con las migajas de los que merecemos. Y eso es justamente lo que la iglesia católica hoy repite al proponer un indulto que incluye a criminales confesos que, aunque sea en sus cárceles de cinco estrellas, deben cumplir íntegramente sus condenas. Una sociedad que perdona, olvida o indulta a violadores de los Derechos Humanos, a los torturaron con entusiasmo, a los que violaron y se ufanaron de sus acciones, a los que degollaron opositores y nunca dieron muestras de arrepentimiento, a los que hicieron desaparecer a más de tres mil compatriotas y se niegan a decir dónde está sus restos, a los que robaron los escasos bienes de sus víctimas, insisto, una sociedad que perdona estas acciones es una sociedad enferma, es una sociedad que perdió su derecho a existir como tal, es una sociedad que acepta voluntariamente la impunidad y la barbarie.

La mayor parte de la sociedad chilena dijo NO a la impunidad y dijo también NO a la prevaricación. Por desgracia estos rotundos NO fueron administrados políticamente por aquellos que -y veinte años de gobierno lo demuestran- no tenían ni la intención ni la voluntad de retornar a la normalidad democrática, al imperio de la sociedad civil.

Una sociedad sana hace cumplir las leyes, respeta las disposiciones judiciales, garantiza la imparcialidad de los juicios y vela por el cumplimiento de las condenas. Una sociedad sana se asegura a sí misma sacando de la vida civil a quienes han violado todas las normas de la convivencia civilizada. Una sociedad sana sabe diferenciar entre el ladrón de gallinas y el que ha fundado una organización estatal para el exterminio de los opositores. Una sociedad sana, verdaderamente sana, les guste o no a los curas y a Piñera, se rige necesariamente por la máxima del Conde de Montecristo: Ni Olvido ni Perdón.

Don Francisco Javier Errázuriz alude a la necesidad de una “justicia con clemencia” o de una “ justicia basada en la misericordia”. ¿No le parece suficiente clemencia que los que sufrimos hayamos desechado la idea de reimplantar la pena capital en Chile? ¿No le parece suficiente misericordia que todavía esperemos un perdón dicho en voz alta y bien pronunciado, por el ejército y por el Estado chileno? ¿No le parece que somos muy justos al permitir que criminales como Manuel Contreras o Miguel Krasnof estén en cárceles de lujo y sean medicados por sus deolencias?

Hay una máxima, real o no, que dice: “al César lo que del César y a Dios lo que de Dios”. Que el gobierno de Piñera y la iglesia sepan: los chilenos, en materia de Derechos Humanos decimos NO al Indulto. No al Perdonazo. No a la Amnesia como razón de Estado. Con todas sus letras y en voz alta, la sociedad chilena grita ¡Ni Olvido ni Perdón!

Luis Sepúlveda, Gijón, 25 de julio de 2010


Un hombre llamado Saramago
Chile... ¿qué diablos falló?
A escasas horas de la elección
Las trampas de la Fe
El número 100 de la edición chilena de Le Monde Diplomatique
Carta a mis amigos Isabel y Ángel Parra
El Escriba Fecundo
La televisión, ese vehículo cultural
Adiós, “Turquito”
Honduras y la información en España
¿Quién es usted?
Tá Mario Benedetti
Escucha Chile... Ha muerto Katya Olevskaia
Corín
Historia de dos tragedias.
Asalto a mano santa
El enanito indeseable
Shalom
La dura y tierna fragilidad de los héroes
Costumbres y tradiciones de Spain
Vercingetorix y los delfines
Eppur si muove
Revista ANÁLISIS. Aquella lejana luz en las tinieblas
Juan Gelman o el arte de “valer la pena”
Ryszard Kapuscinski: Simplemente un Maestro
Mi amiga y mi agente literaria
Sin pena ni gloria
Crónica de la náusea
Preparen las copas…
Te esperamos Rafael, siempre te estaremos esperando. Por Luis Sepúlveda
Luis Sepúlveda nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia
¡Que vivan los estudiantes..! Por Luis Sepúlveda
¿Quién nos salva de los jueces chilenos? por Luis Sepúlveda*
Recuerdos de dos revistas que en realidad eran una. Por Luis Sepúlveda
Mi colega Ramón Ugarte
Alias : ¡ Lucía ¡
¡ Michelle ¡
De Frente y de Perfil
Los calzoncillos de Carolina Huechuraba
Votar, sufragar, elegir; hermosos verbos
Chile-Perú: La política del tonto
Carne de Blog (2)
Gijón, 15 de septiembre de 2005
“Carne de Blog” (1)
Gijón, España, 4 de septiembre de 2005
Malditas sean las guerras...
Hay monos más caros que otros
Gijón, 15 de agosto de 2005
Ladrones ofendidos
El “Siete”
El día más esperado
Luis Sepúlveda Doctor Honoris Causa
Los micro infartos del tirano
Chile, o la guerra que no fue
128 “chanchitos”
Libro EL PODER DE LOS SUEÑOS

No hay comentarios:

Related Posts with Thumbnails